De pronto, todos querían ser Fernando. Aquel mexicano rechoncho, que miraba al cielo cuando lanzaba hacia el plato con movimientos poco ortodoxos, desató un furor que trascendió los límites del Dodger Stadium y se extendió a cada parque de las Grandes Ligas.
Fernando Valenzuela, el zurdo de Sonora, se robó el corazón de los fanáticos desde aquel 15 de septiembre de 1980, cuando debutó con triunfo de 1-0 como apagafuegos ante los Astros de Houston.
Era el anticipo de lo que le esperaba al mundo del béisbol para la temporada de 1981, cuando arrancó con toda su fuerza la Fernandomanía.
El sueño americano del entonces adolescente comenzó a tomar forma en 1979, cuando el cazatalentos cubano Corito Barona lo vio lanzar en la liga mexicana y se lo recomendó a su compatriota Mike Brito, quien trabajaba para los Dodgers de Los Angeles.
Después de una breve estancia en las Menores y apenas 15 días en Grandes Ligas en 1980, comenzó la campaña de 1981 ya como abridor titular en un staff que contaba con los estelares Burt Hooton, Bob Welch y Jerry Reuss.
Le tocaba a Valenzuela sustituir en la rotación nada menos que a Don Sutton, que ese año rompió los lazos de 15 campañas con los Dodgers y partió hacia Houston.
Fernando era el primer mexicano en la historia de la franquicia, a pesar de que el Dodger Stadium está enclavado en la barriada de Chavez Ravine, un área repleta de inmigrantes del país azteca en Los Angeles.
De hecho, el uso de los terrenos de la zona para construir el parque beisbolero fue motivo de fricciones entre la comunidad mexicana, las autoridades locales y la organización beisbolera.
Pero todo cambió con la llegada de Fernando.
Con apenas 20 años de edad, el joven que ganó el sobrenombre de "El Toro" se echó a la afición y a la prensa en un bolsillo, por sus ganas inagotables de entregarse al juego.
Sus números hablaron por él. De 25 aperturas completó 11 juegos, ocho de ellos por la vía de los nueve ceros, al tiempo que además encabezó la Liga Nacional en innings lanzados (192.1) y ponches propinados (180).
Valenzuela terminó con balance de 13-7 y efectividad de 2.28, para llevarse al mismo tiempo el premio Cy Young a mejor lanzador del viejo circuito y el de Novato del Año.
Por si fuera poco, mereció el Silver Slugger al mejor bateador entre los serpentineros y quedó quinto en la votación del Jugador Más Valioso.
Como colofón a tan sensacional temporada, logró tres victorias en los playoffs, incluida una ante los Yankees de Nueva York en la Serie Mundial y se ciñó el anillo de campeón.
De la noche a la mañana, Valenzuela se convirtió en héroe nacional de México y en la mayor celebridad de Los Angeles, con todo y las estrellas de cine que por allí pernoctan.
Sus camisas se vendían como pan caliente y los niños imitaban sus movimientos en la lomita. Sus hazañas incluso inspiraron canciones.
Aún más, la gente acudía a los estadios donde se presentaba como visitante para ver al fenómeno de Sonora, aún cuando venciera al equipo de casa.
Hoy Fernando sigue amando el béisbol y lo hace desde la cabina de transmisión de los juegos de los Dodgers.
Su legado en el terreno que aún perdura, su batalla por triunfar en el sueño americano y el Valenzuela humano inspiraron al director Cruz Angeles para realizar el documental "Fernando Nation", que forma parte de la selección 30 por 30, con la que ESPN celebra sus 30 años de creado.
Tres décadas después, la Fernandomanía aún vive.
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