Por resultados, los Golden State Warriors han sido uno de los equipos más dominantes de la historia. Por juego, uno de los más sugerentes. Era por tanto de justicia deportiva y justicia poética que, 40 años después, se proclamaran campeones de la NBA. El equipo californiano consiguió en Cleveland su cuarta victoria de las Finales (97-105) para sellar el triunfo de un estilo, de una forma de entender el baloncesto. Aficionados al borde de sus asientos con el vértigo subido al estómago mientras un tiro imposible de Stephen Curry surca el aire. Los '¡Ohhh!' cuando entraban. Los '¡Ahhh!' las pocas veces que golpeaban el aro. Baloncesto a pecho descubierto y con sonrisa de niño travieso.
Cuando los Golden State Warriors ganaron en 1975 su primer anillo contra los Washington Bullets, se tuvo por una de las grandes sorpresas de la historia. Por contra en este 2015 han sido el mejor equipo desde el primer día del curso y hasta el último. Habla del enorme mérito de los Cleveland Cavaliers, y en particular de LeBron James, que sin dos de sus tres estrellas y un grupo de actores de reparto sin mayor gloria hicieran de éstas unas Finales reñidas. Pero cada página de épica llevaba atada una factura imposible y el cansancio acabó atrapando a todos. Incluido al propio LeBron, agotado ya de pelear contra un muro. El de unos Warriors que se han alzado con un anillo incontestable.
"Todo el mundo habla de [nuestros triples]. Pero también hemos sido la mejor defensa de la NBA", reclamaba Steve Kerr en su rueda de prensa. Porque si esos fuegos artificiales han sido su cara más reconocible, la muralla que tejen en torno a su aro ha sido la base de incontables victorias. Para ser más concretos: los Golden State Warriors han estado a punto de ser el segundo equipo capaz de cerrar una misma temporada regular como el mejor ataque y la mejor defensa. Ese honor, al menos por ahora, seguirá tan sólo en manos de los Chicago Bulls de la 1995-96, los de las 72 victorias... y Kerr saliendo desde el banquillo.
Cuentan que en el primer entrenamiento de la pretemporada, Steve Kerr sorprendió a la plantilla con ejercicios básicos de pase y bote, más propios de un campus de verano para niños que de un equipo profesional. Era una manera distinta de hacer una declaración de intenciones: volver a lo más básico para levantar desde ahí un ataque monumental. Su otra tarea fue convencer a Andre Iguodala de que saliera desde el banquillo por primera vez en su carrera (más de 800 partidos), como también tendría que hacer con David Lee cuando se dio cuenta de que el equipo funcionaba mucho mejor con Draymond Green. "Todos se han sacrificado y todos estaban comprometidos para ganar. Eso era lo único que importaba".
Un buen guión del destino ha querido que sea precisamente Andre Iguodala el MVP de estas Finales. Había sido el único capaz de contener -en lo posible- a un soberbio LeBron James durante los tres primeros partidos, pero fue su regreso al quinteto titular en el cuarto lo que cambió la eliminatoria. Noche tras noche ha sido el jugador más fiable de Golden State contra los Cavaliers en los dos aros, incluida una última que terminó con 25 puntos, 5 rebotes y 5 asistencias. Un candado en defensa y un jugador inteligentísimo en ataque. Un símbolo de estos Warriors.
De 0 a 100 en tres años
Hace sólo tres años, el Oracle Arena se lanzó encima de Joe Lacob, el dueño de los Golden State Warriors, después del traspaso de Monta Ellis. El diminuto escolta era entonces la estrella del equipo y entendían, no sin razón, que traspasarlo por un pívot lesionado como Andrew Bogut era tirar la temporada. Así lo parecía de entrada, pero este anillo ha nacido de aquella decisión: el pívot australiano ha resultado un pilar en defensa, aunque perdiera su sitio en los dos últimos partidos de las Finales; gracias en parte a los malos resultados, ese verano la franquicia seleccionó en el draft a Harrison Barnes y Draymond Green, otros dos titulares; y sobre todo era la manera de entregar oficialmente las llaves del equipo a Stephen Curry.
El ascenso de los Golden State Warriors ha ido de la mano de Curry, que ha crecido hasta convertirse en uno de los mayores fenómenos del baloncesto actual. Su relación con el aro ha redefinido los conceptos de 'posible' o 'imposible', de buenos o malos tiros, y a partir de la desmedida atención que exige de los rivales se ha desenvuelto el ataque californiano. Un equipo versátil, extremadamente flexible y generoso en los esfuerzos. Demasiado profundo para unos Cleveland Cavaliers que llegaron heridos de muerte.
Ni siquiera la actuación sobrehumana de LeBron James, una de las más completas que ha visto la historia de las Finales (35.8 puntos, 13.3 rebotes, 8.8 asistencias), ha cambiado el desenlace. Como si fuera un Atlas moderno, cargó todo el peso del equipo a sus hombros, y hasta hizo de una eliminatoria tan sumamente desequilibrada un combate abierto. Hasta que el cansancio, la lógica y, sobre todo, uno de los equipos más dominantes de la historia lo derrotaron. 40 años después, los Golden State Warriors son campeones.
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