Jason Terry no necesitará remover su tatuaje y Jason Kidd no estará más en la lista de veteranos de elite sin un anillo.
Todo gracias a la receta del campeón, una escalera de diez bloques de cristal.
Mark Cuban, polémico propietario de los Dallas Mavericks, entendió que el condimento de las palabras es un ejercicio inútil, sobre todo si se tiene a los hechos como muñeca de acero para ganar la pulseada. Construirse desde el silencio, casi jugando a la escondida, es ejercicio de grandes. Y los partidos de las Finales ante el Heat fueron una analogía de la temporada de Dallas: empezó corriendo de atrás -en las consideraciones previas y en lo deportivo en sí- y terminó ganando partidos primeros y campeonato después.
Los Mavericks demolieron todas las paredes que se pusieron enfrente: equipos de ataques rápidos y vertiginosos, equipos con ofensivas de mitad de cancha fluidas, equipos con gigantes de elite y perimetrales de lujo, equipos de estrellas, equipos defensivos. Y también vencieron a los críticos y sobre todo a ellos mismos, derrotando esa fobia que les había quedado tras las Finales perdidas ante Miami Heat en 2006 y que se había manifestado a lo largo de las últimas postemporadas.
Ahora bien, ¿cuál fue la receta para construir un equipo de campeonato? Por momentos, es difícil trazar las líneas con las que se construye un río. Pero en el caso de Dallas, todo parece tener una lógica funcional.
1. El trabajo de Mark Cuban como dueño mayoritario. El controversial dueño de los Mavericks conquistó su primer campeonato en doce temporadas. Llegó en enero de 2000 para cambiar por completo la historia de este equipo. Hasta antes del 2000, los Mavericks habían jugado 19 temporadas, con seis apariciones de playoffs, cuatro series ganadas y ningún arribo a una Final. Con Cuban en la cima, tuvieron 11 apariciones en postemporada en 12 intentos (fueron 11 seguidas, la segunda mayor racha en la NBA tras los Spurs), con 15 series ganadas y dos apariciones en Finales. La boca de Cuban lo ha hecho jugar muy malas pasadas y su rol mediático, por momentos, lo obligó a jugar un rol de payaso que está muy lejos de lo que ejecuta en las sombras. Sin dudas esta versión silenciosa que ejecutó en estos playoffs lo muestran como alguien mucho más maduro que entendió que no debe cargar de presión a sus empleados, que en definitiva son los que saltan a la cancha.
Getty ImagesRick Carlisle le dio a los Mavericks los ingredientes necesarios para llegar al título
4. Tener paciencia y siempre sumar talento a lo que se tiene. Los Mavericks nunca derribaron su línea frontal, pero supieron dónde estaban las debilidades para fortalecerse. Si bien Chandler luce como el elemento más llamativo, tenemos que considerar también las adiciones ante la necesidad. El puertorriqueño José Juan Barea llegó como un completo ignoto tras la lesion de Rodrigue Beaubois y terminó siendo crucial en el logro del título. DeShawn Stevenson llegó con el cartel de "secuaz de compañía de Gilbert Arenas" tras el conflicto de armas con Washington Wizards, Shawn Marion era The Matrix en Phoenix, aquí ya no existía; Peja Stojakovic -reemplazante del lesionado Caron Butler- estaba en el ocaso de su carrera, Brian Cardinal era un jugador de NFL disfrazado de ala-pivote, Ian Mahinmi estaba listo para saltar a la Liga de Desarrollo... la lista continúa y Carlisle se encargó de dos cosas: 1) hacer de cada hombre una herramienta de peso en la mecánica grupal. 2) reírse a carcajadas de las tonterías que decían de sus jugadores.
5. Evitar distraerse con las voces de afuera. Del punto anterior se desprende esta apreciación: los únicos que saben lo que sucede en la intimidad son los jugadores y cuerpo técnico de los Mavericks. En las listas de favoritos -aquí vale la pena hacer un mea culpa, por qué no- Dallas lucía bastante por detrás de Lakers, Celtics, Spurs, Bulls y Heat, por citar un pentágono de candidatos. Cuando los Mavericks perdieron una ventaja increíble ante los Blazers en uno de los juegos de primera ronda de playoffs, pareció que nuevamente el sueño de Dallas estaba destinado a esfumarse. Fue en ese preciso momento cuando el equipo texano hizo un click y accionó el interruptor: se colgó la mochila de responsabilidades y empezó a hacerse fuerte fuera de casa. Las voces de afuera ya no importaban: algo grande estaba naciendo y se iba a comprobar en la serie ante Los Angeles Lakers.
Getty ImagesKidd, Terry y Nowitzki, tres estrellas de la NBA que alcanzaron su primer título
8. La experiencia en el fracaso. Es muy importante saber cómo ganar campeonatos, pero más importante aún es soportar las derrotas y crecer con ellas. "He fallado una, otra y otra vez. Esa es la razón de mi éxito", había dicho alguna vez Michael Jordan, en una de las frases más recordadas de su carrera. Desde 2006 al día de la fecha, Nowitzki y Terry cosecharon un cúmulo de frustraciones con Dallas. Ni hablar Kidd, quien había arañado el éxito mayor con los New Jersey Nets en 2003 ante San Antonio Spurs, pero se tuvo que conformar con quedar a centímetros de la plana mayor. Perder es siempre doloroso en el presente inmediato, pero es lo único que despierta la autocrítica. Con una mano en el corazón: ¿quién aprendió algo de un éxito a lo largo de la historia? ¿Nadie? Esperaba esa respuesta.
9. La mejor segunda unidad de la Liga. No existe equipo en la NBA con la profundidad, entereza y disposición de los reservas de Mavericks. Un lugar común dejaba a Dallas como el equipo hecho y deshecho por Nowitzki, sin considerar al resto. Vaya apreciación más equivocada. Me defenderé con números: en las Finales 2011, cuando el equipo texano ganó, los suplentes anotaron un promedio de 75.8 puntos, con 52.1% en TC y 44.9 en T3. Cuando perdió, los suplentes promediaron 54.5 unidades, con 35.7% en TC y 36.1% en T3. Según nos informa el departamento de estadísticas de ESPN, cuando la banca de los Mavericks alcanzó al menos 40 puntos, el equipo tuvo, en esta temporada, récord de 36-9. Cuando tuvo entre 30 y 39, 26-9 y cuando anotó menos de 30 unidades, 11-12. Es por eso que, pese al primer tiempo de bajísima efectividad del tanque alemán, el conjunto de Dallas se mantuvo a flote. Un dato más para agregar: en el sexto juego, Nowitzki tuvo 21 puntos con 33.3% en TC, ningún rebote ofensivo y una asistencia. El resto de los Mavericks anotaron 84 unidades, 58.2% en TC, 10 rebotes ofensivos y 18 asistencias. Esta es la esencia de un equipo: uno para todos, todos para uno.
10. Todos son especialistas, nadie es imprescindible. Llegamos al punto final del análisis: un equipo de campeonato no se encuentra con las soluciones, las busca a lo largo de la temporada. La función del cuerpo técnico es hacer de cada uno de sus jugadores un especialista para un rol determinado. Todos sabemos lo que aportan Nowitzki o Kidd, dos veteranos de mil batallas, pero veamos algunas cosas del resto: Terry es el revulsivo del equipo, Barea el hombre que abre la cancha, anota y crea juego, Stevenson el especialista defensivo, Marion un defensor de elite atrás y pura energía adelante, Stojakovic especialista a distancia, Cardinal el que hace el trabajo sucio, Brendan Haywood el centro reserva (bien por Carlisle al convencerlo de su rol)... y la lista continúa. ¿Qué es lo importante de todo esto? Precisamente eso: que todos sean importantes. Cuando eso sucede, la estructura es indestructible, porque la idea global le gana a cualquier individualidad. No se olviden que en este equipo también estuvieron Rodrigue Beaubois, Caron Butler, Corey Brewer... En definitiva, ¿Quién dijo que era un Big Three contra Nowitzki? Quedó claro que Dallas es mucho más que el talento alemán.
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