Cada año, a medida que los participantes de la era de los esteroides se siguen retirando y poniendo viejos, el llenar una papeleta de votación del Salón de la Fama sigue siendo más y más peligroso. El servir como juez y jurado en la votación del Salón de l;a Fama ya es suficientemente difícil, y el evaluar jugadores que participaron durante una de las eras más corruptas le añade el rol de investigador privado.
La pregunta de la candidatura de Mark McGwire se renueva solo a la luz de su admisión de; uso de esteroides durante su carrera y su subsecuente disculpa como condición para regresar al deporte como coach de bateo de los Cardenales de San Luis. Aún así, por cuarto año consecutive, yo no voy a emitir un voto por McGwire.
Desde que es elegible, McGwire nunca ha recibido más del 23.6 por ciento de los votos (se necesita el 75 por ciento para ser electo). Su disculpa no va a cambiar mi voto por él, ni debería hacerlo.
Un tema común en nuestra literatura colectiva es que EEUU se trata de las segundas oportunidades, y que esas segundas oportunidades pueden llevar a la redención y al perdón. McGwire mintió sobre su uso de esteroides, luego lo admitió, y ahora podemos seguir adelante.
Esa es su situación actual, y él se está beneficiando de ella. Su disculpa le dio exactamente eso una segunda oportunidad de volver al juego que lo hizo famoso, una oportunidad de rehabilitar su imagen pública luego de su desastrosa comparecencia ante el Congreso hace 5½ años, la oportunidad de respirar nuevamente sin la sombra de una gigantesca y obvia mentira que le agobia.
Él ha recibido todas estas cosas, pero no tiene que llegar a tenerlo todo. McGwire hizo una apuesta muy consciente: dinero y fama por encima de cualquier riesgo potencial a su reputación. Él tomó el dinero. El entrar al Salón de la Fama era parte del riesgo. McGwire está trabajando. Ha recibido su segunda oportunidad. Él ya no es más un paria. Puede quedarse con su dinero, y el precio es el Salón de la Fama.
Las disculpas no son motivo de y no deben conseguir una absolución. La hoja no queda limpia simplemente porque alguien dice que lo siente, y ahora McGwire puede reasumir su carrera como si nunca hubiese mentido, como si ahora fuera menos grave, menos degradante y menos hiriente a si mismo o a la gente que creyó en él.
Se ha hablado mucho acerca del costo de las mentiras de McGwire a McGwire, y de como todos debemos movernos hacia adelante simplemente por el hecho de que pidió disculpas, lo que por supuesto, era lo menos que podía hacer. McGwire recibió una gran compensación por su uso de esteroides. El riesgo le rindió frutos. Se ganó un estimado de $75 millones en salario, lo que no incluye los endosos comerciales. Jugó 16 temporadas en Grandes Ligas cuando las lesiones pudieron haber cortado su carrera a la mitad. Se benefició de la adulación de millones de fanáticos, coreando su nombre a medida que recorría las bases por un verano completo basados en una declaración ("Yo nunca he utilizado esteroides ") que él sabía que era falsa. Esto lo sabemos.
Pero algo que se ha discutido menos es el costo de sus mentiras a los otros, desde los fanáticos que miraron una mentira, a la gente dentro y fuera del juego que defendieron a McGwire con mucha más pasión que la que él utilizó para defenderse a si mismo. Sus mentiras los afectaron.
McGwire intercambió el poder de su nombre famoso, el nombre venerable de los Cardenales de San Luis y la reputación de su manager respetado, Tony La Russa, para intimidar a otros como Steve Wilstein, el reportero que le preguntó a McGwire por la botella de androestenediona que yacía a simple vista en el camerino en 1998. McGwire contó con el poder de ser celebridad para humillar a un reportero qeu no había hecho nada malo, para aplastar lo que podía decir de él porque él sabía que el público que lo adora le creerían. La Russa trató de que expulsaran a Wilstein del camerino. Otros escritores, atrapados por el aroma del cuadrangular de 1998, se volvieron contra Wilstein, y McGwire, quien naturalmente sabía su farsa mejor que nadie, permitió que su manager peleara su batalla por él mientras él seguía con su ilusión. Él dejó que todo eso sucediera para su propio beneficio.
Estados Unidos es un lugar de segundas oportunidades, redenciones y rehabilitaciones. Mark McGwire está disfrutando eso ahora. Él dijo que lo sentía. Él aceptó las preguntas. Él recibió el apoyo del comisionado de béisbol y uno de los equipos más respetados en el béisbol. Él no debería ser abacorado por preguntas de su pasado uso de esteroides, y no tiene que, según dijo en sus propias y famosas palabras, "hablar del pasado." Esa es su segunda oportunidad.
Él no creyó lo suficiente en si mismo para jugar béisbol sin el uso de drogas ilegales, y eso no debe ser recompensado con un boleto al Salón de la Fama.
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