Todavía me pregunto en qué estaría pensando Donnie Walsh cuando acordó traer a Carmelo Anthony a cambio de todo lo bueno que había desarrollado en la temporada.
Mi reino por ese hombre, dijo el gerente general en la Gran Manzana. Y cuando pasó el furor de la venta de camisetas -en el fondo, siempre es económico el tema-, los fanáticos pudieron darse cuenta la diferencia entre un burro y un caballo de carreras.
La defensa, según decía el mítico Red Auerbach, es la madre de todas las victorias. Una apreciación acertada y confirmada a lo largo de los años, pero hay que ir un poco más lejos para que el concepto se entienda a la perfección: la defensa es el alma de todos los equipos.
El ataque seduce, es impactante, promete. Pero es la defensa la que contagia a público y equipo en el caso de ejecutarla bien, y que frustra si se realiza en dirección contraria.
Los Knicks, al contratar a Carmelo Anthony, destruyeron la química grupal que tanto habían buscado a lo largo de los años. Tan grande era la necesidad de contratar una estrella que terminaron firmando un pacto con el demonio para hacerse de sus servicios. Todo sea por ganarle la pulseada a los Nets, un equipo que podía "romper todo" y fichar a Melo porque se encontraba en condiciones completamente diferentes a los Knicks, siempre parándonos desde un punto de vista deportivo.
Hoy en día no se sabe a qué juegan los Knicks. Atrás quedaron los tiempos del pick and roll entre Raymond Felton y Amare Stoudemire, la aparición sorpresiva de Wilson Chandler y Landry Field en el lado débil y el aporte silencioso pero efectivo de Danilo Gallinari. Ese equipo tenía química, transmitía algo. Hoy ya queda en la retina de la nostalgia.
En los últimos juegos, los ataques de New York han sido desprolijos y cargados de juego individual, y las defensas exhibieron piernas sin la flexión adecuada y con la misma reacción en las ayudas que una tortuga acalambrada.
"Es una cuestión de que yo tome mi lugar en la ofensiva y me ajuste a ellos. Lo que le dije a los muchachos es 'Seamos pacientes, hermano. No vamos a poder encajar al cien por cien en dos semanas y media. Toma algo de tiempo'", dijo Anthony a la prensa luego de caer ante los Bucks en Milwaukee.
Sea como fuere, esto es un problema. Primero porque no se trata del ataque sino de la defensa. Y segundo porque, si Melo necesita tiempo de adaptación, el plan de los Knicks hace agua por donde se lo mire. La idea de traer una estrella ya y como sea es ganar ahora. Si el asunto necesita adaptación, tiempo y es a largo plazo, hay algo que cae de maduro: ¿para qué traer a Anthony? ¿Acaso no era mejor robustecer lo que ya tenían e ir por algo más la temporada entrante? En definitiva, uno puede ser los Celtics (tomando el caso de la incorporación del Big Three, con título en el mismo año) o ser el Thunder (que evolucionó temporada a temporada).
Hacer las cosas por la mitad nunca sirve. El problema principal es que los Knicks pensaron en el mercado y no en el equipo. Jamás se basaron en la idea de solucionar los problemas deportivos, manteniendo la base y trayendo un centro defensivo de primera línea para mejorar el juego en ese costado. Prefirieron barajar, dar de nuevo y arriesgar a ver qué pasaba. Interesante si lo hacían el año pasado, cuando eran una sucursal de la infelicidad, pero esta vez la realidad le venía ganando por baile a la especulación. En la vida, está bien apostar, pero no se puede vivir arriesgando.
Esa es la diferencia radical entre un valiente y un irresponsable.
Los Knicks no necesitaban a Anthony, ni a LeBron James, ni a Deron Williams. Necesitaban defender mejor y mantener la coherencia ofensiva que ya habían gestado con el equipo en formación. Se dice que D'Antoni no estaba convencido del cambio de Anthony, pero si esto es cierto, al quedarse en su puesto sin decir absolutalmente nada lo único que hizo fue confirmar la decisión de los dirigentes. Y por propiedad transitiva, hacer propio el traspaso.
En el partido ante los Celtics, los Knicks volvieron a ser un hazmerreír defensivo en el último cuarto (perdieron 33-12) y cedieron 59-35 el segundo tiempo, mostrando que, ante un equipo duro -tan entero que ganó el partido a puro coraje-, se desarman como un flan en un microondas.
Vayamos más en profundidad en esta apreciación: en el primer tiempo, los Knicks tuvieron 17-36 en TC, anotando 45 puntos y sumando cuatro pérdidas. En la segunda mitad, tuvieron 10-34 en TC, anotando 33 puntos y sumando... nueve pérdidas. ¿Quieren saber los números de Melo en la segunda mitad? 0-5 en TC, dos pérdidas y tres unidades desde la línea de libres.
Me sorprende que no hayan visto venir esto, sobre todo teniendo en cuenta los años de desolación que sufrieron en el MSG. Si nos fijamos un antes y después del intercambio de Anthony, en materia de resultados, es para agarrarse los dedos contra la puerta repetidas veces: para el 21 de febrero, estaban dos partidos encima de 0.500 (hoy en cero), figuraban sextos en el Este (hoy séptimos), estaban a 12 juegos del primero (hoy a 15.5) y tenían un All-Star menos en el plantel.
Está claro que el juego de los Celtics entra dentro del rubro de 'perdible', y es por eso que quiero meterme en el partido anterior ante los Bucks. En esa oportunidad, Carlos Delfino y Andrew Bogut hicieron lo quisieron frente a la defensa de los Knicks. Nunca hubo una oposición seria, las ayudas en los pick and roll eran lentísimas, la rotación defensiva no tenía criterio y cada vez que la pelota iba bajo el aro la diferencia de centímetros entre el centro australiano y, por ejemplo, Jared Jeffries, era graciosa. Jamás existió un atrape 2-1 criterioso para al menos complicar al atacante: en el tercer cuarto Bogut hizo cuatro veces la misma jugada en el poste bajo: pie de pivote derecho con giro hacia el centro y semi-gancho de zurda. ¿Resultado? Ocho puntos en fila.
El caso de Delfino, a quien defendía Anthony, es similar. Si bien el argentino está jugando a un nivel superlativo -sus ocho triples en el choque anterior ante los Raptors es una clara muestra de eso-, ha sido el cuarto jugador en la temporada que hace una marca de carrera ante los Knicks: los otros fueron Tyler Hansbrough la semana pasada y Kevin Love y Blake Griffin en noviembre.
Como nos informa el Elías Sports Bureau, la luna de miel de los Knicks está llegando a su fin. En las primeras dos semanas en las que llegó Anthony, los Knicks llevaban un récord de 6-3, con +5.7 en diferencia de gol, y Anthony promediaba 26.4 puntos por juego con un +/- de +48.
Luego, el récord fue de 1-6, con -4.9 en diferencia de gol, y el promedio de Anthony fue de 21.9 puntos con un +/- de -39.
Los Knicks no sólo figuran en el puesto número 21 en eficiencia defensiva de la NBA, sino que sufrieron, antes del partido ante los Celtics, 100 puntos ante Milwaukee, un equipo que está anteúltimo en toda la Liga en eficiencia ofensiva. Voy a ir un poco más al fondo: figuran 20° en rebotes permitidos y 28 en puntos permitidos.
Escribí una columna en ESPNdeportes.com el pasado 14 de diciembre acerca de que si los Knicks traían a Carmelo Anthony, no iban a ser un equipo de campeonato ni mucho menos. Evidentemente, me quedé corto: con el ex Nuggets en las filas -teniendo en cuenta lo que tuvieron que dejar a cambio- las chances de playoffs pueden complicarse seriamente.
Este equipo ha perdido el alma merced a un movimiento brusco.
Quizás, algún día, los directivos se den cuenta que sólo ganan cosas importantes los que defienden. Otra vez, para desgracia de la ciudad de los rascacielos, los Knicks vuelven a ser ejemplo de lo que no hay que hacer.
Nadie puede desayunar, almorzar y cenar con cuentos de hadas.
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