Se crió en un barrio de colinas sinuosas y casas prácticas de donde la gente nunca se va, ni piensa en irse, porque es su hogar. Su madre y su padre nacieron aquí, en un barrio obrero llamado Greenfield, y ahí es donde han permanecido durante casi siete décadas. Sus domingos eran todo un ritual: la iglesia, las tareas hogareñas y un gran apuro para terminar todo antes de la una de la tarde porque a esa hora jugaban los Steelers.
Su lealtad era inmortal. Dondequiera que fuera, contaba historias sobre lo dura que era la gente de Pittsburgh. Cuando se convirtió en entrenador de fútbol americano, inspiraba así a sus equipos, con cuentos de esta ciudad. Les despertaba el deseo de destruir a sus oponentes. Les hacía sentir que podía hacer cualquier cosa.
Dentro de una semana, el hijo nativo de Pittsburgh estará en todas sus pantallas de televisión. Mike McCarthy entrará al campo de juego con sus Green Bay Packers. Será su primera aparición en un Super Bowl. Y durante 60 minutos, McCarthy tramará, improvisará y creará estrategias, haciendo todo lo posible para vencer a los mismísimos Steelers.
Los hombres que lo formaron
¿Qué se siente ser Mike McCarthy? ¿Estar a pocos días del juego con el que ha soñado toda su vida? ¿Y jugar ese partido contra la franquicia que lo hizo amar el fútbol americano? McCarthy es entrenador de fútbol, así que te dará una respuesta en paquete sobre el entusiasmo de estar aquí y lo concentrado que está en el desafío que le espera.
Tal vez las respuestas más profundas se encuentren aquí, en Pittsburgh, adonde dos hombres moldearon la primera parte de la vida de Mike McCarthy. Joe McCarthy en realidad no quiere hablar, pero eventualmente cederá, después de un par de llamadas telefónicas. Es un hombre tranquilo que, al igual que su hijo, prefiere estar solo para hacer su trabajo. Fue policía, bombero y dueño de un bar en su juventud, cualquier cosa para mantener a su familia. Ha vivido con su esposa, Ellen, en la misma casa de Greenfield Avenue durante 41 años.
Si quieres saber por qué Mike McCarthy solía trabajar toda la noche durante sus días como asistente de la NFL en Kansas City, por qué se ofreció a trabajar gratis en su primer puesto de entrenador, las respuestas se encuentran en Joe. El padre es un comprometido católico irlandés quien les enseñó a sus cinco hijos a ser independientes. A hacerse su propio camino.
Joe volteaba casas para complementar el ingreso familiar, y Ellen trabajaba de secretaria y en restaurantes. Pasaban su tiempo libre --el poco que tenían-- mirando a sus hijos practicar deportes.
"Greenfield era un lugar único", dijo Mike McCarthy. "Pittsburgh era muy próspero en ese momento con la industria del acero. Había niños en todas partes. En realidad, ese es mi vivo recuerdo de Pittsburgh. Todo el mundo estaba involucrado en los deportes; a los equipos profesionales les iba muy bien.
"Era una comunidad muy unida, y no salías mucho de Greenfield. Fue una gran cosa subir a un autobús para ir al centro de Pittsburgh a ver la primera función del sábado. No solíamos salir de Greenfield porque ahí teníamos todo".
Desde la cima de las colinas, McCarthy podía ver el horizonte de Pittsburgh. El bar de su padre se encontraba colina abajo, en una zona que los locales denominan "The Run". Los hombres de J&L Steel Works solían llenar el bar de Joe McCarthy los fines de semana, y sus hijos limpiaban el lugar los domingos después de misa.
Casi todo el barrio conoce a los McCarthy. "Familia sólida", es lo que sale primero de la boca de la mayoría de los residentes a quienes se les pide una descripción. "Tranquilos", suele ser la siguiente articulación.
"Mike era un niño muy feliz", dijo JoAnne Klimovich Harrop, escritora del Pittsburgh Tribune-Review quien fue a la escuela primaria con McCarthy. "Siempre sonreía mucho. Creo que eso viene de su familia".
Está claro que están orgullosos de cada uno de sus hijos. Joe señala que su hija mayor, Colleen, es maestra de escuela. Diecisiete miembros de la familia viajaron a Chicago para ver a los Packers vencer a los Bears y llevarse su primer boleto de Super Bowl desde 1998.
Desde entonces, todo ha sido una masa de llamadas telefónicas, ráfagas de adrenalina y alianzas mixtas. Joe tiene una fotografía sobre su mesa. Es de la familia en el Super Bowl XL en Detroit. Están agarrando una Toalla Terrible, animando a los Steelers, que derrotaron a Seattle aquella noche.
Pero ahora, los Packers vienen primero y los Steelers segundos. En su puerta hay una bufanda que dice "Go Pack Go".
"[El domingo] fue pura alegría y diversión para todos", dijo Joe. "Pero igual, creo... todavía no caigo del todo. Sé que van al Super Bowl. Mi esposa y todos mis hijos iremos al Super Bowl, y va a ser un momento muy emocionante para la familia. Todos están orgullosos de Mike. Estamos muy orgullosos de él".
Pero volvamos a la otra influencia de Mike McCarthy en su infancia. Es un hombre al que veía por televisión todos los domingos. Un hombre llamado Chuck Noll. Algunos dicen que sus estilos de entrenamiento son similares, y hasta su forma de manejarse en los laterales. Ya no se habla mucho de Noll, quien condujo a los Steelers a cuatro campeonatos de Super Bowl. Tal vez porque no era animado o demostrativo y no se mostraba mucho en público.
McCarthy, de 47 años, es igual. Es tranquilo en los laterales, casi inexpresivo. Rara vez se pasa o se queda corto, y enseña a sus jugadores a ser constantes. Vio a Noll hacer eso.
"Lo que siempre recuerdo de Coach Noll es que nunca aparecía en los comerciales", dijo McCarthy. "No estaba en el centro de atención. Claramente, lo que le importaba era ganar campeonatos. Creo que tengo una personalidad muy similar. En la NFL de hoy en día se le da mucho más exposición y atención a todo, pero yo prefiero quedarme con el aspecto técnico.
"Definitivamente lo admiraba. Él era el modelo. Era el entrenador de los Pittsburgh Steelers, y se representaba como se supone que debe ser".
Los primeros años
Jim Gregg ha sido entrenador en St. Rosalia School durante más de cuatro décadas, y puede recitar números de jerseys de la década de los '70. Ha entrenado a niños que luego tuvieron hijos que ya jugaron para él y siguieron adelante. Lleva un silbato en el cuello casi todo el tiempo. La cuerda es color verde y oro. Tiene el logo de los Green Bay Packers.
Gregg era director adjunto de una prisión, pero se retiró cuando un cáncer de hueso acabó con su cadera y lo obligó a caminar con bastón. Nunca tuvo hijos. Los muchachos de St. Rosalia son sus hijos. Y por Mike McCarthy, Jim Gregg vestirá el equipo de los Packers el 6 de febrero y alentará en contra de sus amados Steelers.
"Estoy muy orgulloso de que me asocien con él", dijo Gregg. "Es una excelente persona. Ha dejado la comunidad, pero aún recuerda de dónde salió. Ha sido muy generoso".
St. Rosalía, que se encuentra, por supuesto, en la Avenida Greenfield, se asemeja a una cápsula del tiempo sellada en 1973. Hay azulejos verdes en las paredes y olor a libros viejos en el aire. Los niños salen del colegio usando sus uniformes, obedientemente y en orden, al igual que lo hicieron sus padres en su momento.
La escuela preparatorio de McCarthy, Bishop Boyle, cerró en 1987. Así que esta es la única verdadera alma mater del entrenador que queda en Pittsburgh. Vuelve de vez en cuando y se lo puede ver en la iglesia con sus padres. Cuando los Packers lo convirtieron en su entrenador en jefe en 2006, no se olvidó de St. Rosalía. Incluyó una donación anual al colegio en su contrato, con un acuerdo de que los Packers cumplirían con su promesa.
El regalo ha ayudado al establecimiento, que ha visto caer en picado el número de matriculados, de 600 estudiantes durante los días de McCarthy a 175. Para Dara Pegher, ha ayudado a su familia. Pegher se graduó de St. Rosalía y dice que la donación del entrenador ha hecho que la matriculación de su hija fuese más accesible. Ese fue el destino de la mayor parte del regalo de McCarthy: ayudar a los padres para que pudiesen enviar a sus hijos a la escuela que él ama.
El lunes, Pegher, presidenta de la comisión de padres y maestros, se paró en la puerta de St. Rosalía, cerca de una fotografía de McCarthy. Se le acercó un sacerdote que bromeó y le preguntó de qué color iba a vestir para la misa del domingo: ¿verde o negro?
Verde, dijo Pegher.
"¿Sabes qué? Cuando empezó ese juego", dijo Pegher, "tenía lágrimas en los ojos. Porque él ha trabajado tan duro. Y lo que ha hecho por esta escuela es un regalo como ningún otro.
"Las oraciones tuvieron su respuesta".
¿Dónde ha trabajado?
Le harán esta pregunta por lo menos unas diez veces la semana que viene, durante el bombardeo de los medios de comunicación previo al Super Bowl, y McCarthy, sin duda, mirará hacia el cielo y suspirará. Se pregunta por qué los periodistas están tan obsesionados con el hecho de que haya trabajado en una caseta de peaje hace muchos años. ¿No es que todo el mundo, en algún momento, tiene un trabajo como ese cuando es joven?
Bueno, no exactamente. McCarthy no sólo tomaba el dinero y los boletos de peaje en la salida de Allegheny Valley en la autopista de Pennsylvania en 1989. Lo hacía en la oscuridad de la noche, cuando sus amigos veinteañeros bebían y hacían vidas de veinteañeros, mientras que Pittsburgh dormía.
A veces, antes que el sol se elevara sobre los Alleghenies, había interminables momentos de silencio oscuro. Pero McCarthy, un ex ala cerrada de Baker Univerity en Kansas, no haraganeaba en la caseta de ladrillo unos 6 por 6. Hojeaba el libro de jugadas de Paul Hackett, su nuevo jefe en su nuevo trabajo en University of Pittsburgh. Luego agarraba sus cosas y se dirigía a su trabajo de día.
Incluso entonces, la gente sabía McCarthy iba a algún lugar. En silencio, y rápidamente se convirtió en la mano derecha de Hackett. Compartía una oficina con un joven llamado, Chris Petersen, en 1992. Petersen, que ahora está en Boise State, entró en la oficina el primer día y, como la mayoría de los entrenadores, de inmediato quiso averiguar quién era realmente McCarthy. Así que le preguntó.
"Voy a ir a la NFL", le dijo McCarthy. "Eso va a ser lo mío".
El comentario hizo reír un poco a Petersen.
"En esos tiempos los dos éramos unos meros empleados de último rango", dijo Petersen. "Teníamos la suerte de estar allí. Tenía esa mirada en sus ojos, y eso es lo que él iba a ser. Estaba tan decidido y tan concentrado. Era muy diligente en el aprendizaje".
Estaba tan emocionado de formar parte de Pittsburgh. Hablaba con Petersen sobre la cultura de la ciudad, los restaurantes, la gente, y, por supuesto, el fútbol americano.
Había tanta gente entre el personal de Pitt que estaba destinada a llegar lejos, muchachos como Jon Gruden, Marvin Lewis y Sal Sunseri. McCarthy pasaba entre ellos como uno de los menos visibles. Pero los jugadores sabían todo sobre él.
Una vez en las prácticas, quiso enseñar a los receptores la forma correcta de bloqueo. Así que cogió un casco y un cojín y los enfrentó, porque esa era la mejor manera de enseñar. Apareció un día muy enfermo, chorreando de sudor. Pero McCarthy entregó los libros de jugadas de todos modos, dice el ex mariscal de Pitt, Alex Van Pelt, porque eso es lo que tenía que hacer.
"Siempre se aseguraba de tener la mejor respuesta posible para que todos pudiesen hacer su trabajo de la mejor manera", dijo Van Pelt. "Creo que eso se refleja en sus raíces, en su formación en Pittsburgh.
"Es la mentalidad de la zona. Incluso cuando estás en tocando fondo, no estás fuera. Pasas por eso, lo atraviesas. Y eso es algo que Pittsburgh, como ciudad, ha hecho en los últimos 20 años. Ellos se establecieron de nuevo, trabajaron pasando por tiempos difíciles con las fábricas de acero y realmente salieron del otro lado. Es simplemente la mentalidad de la gente".
El equipo que aman, el hombre que conocen
Para encontrar el viejo bar de Joe McCarthy en la noche necesitas un GPS y un buen sentido de la ubicación. Se encuentra en la parte baja de Greenfield, en una hilera de casas de aspecto similar. Los actuales propietarios colgaron un cartel, algo que ayuda para poder ubicar el sitio. El lugar se llama "Chasers in the Run" ahora, pero no es tan diferente de lo que era los viejos tiempos.
Hay una mesa de billar, similar a la que se subían los hijos de Joe para jugar cuando trabajaban los domingos. Hay carteles de los Steelers en las paredes. En la planta baja, el techo es de lata. Uno de los actuales propietarios del bar, Robert "Murph" McKeown, escuchó una vez que el lugar era un bar clandestino en la década de 1920. Abre a las 8 a.m., como lo ha hecho durante años, y la multitud de trabajadores del acero a la hora del almuerzo ha sido reemplazada por médicos y estudiantes universitarios.
Pero por la noche, los vecinos y clientes habituales regresan al lugar. Un tipo llamado Bob, que está bebiendo de una pinta de cerveza, viene a este bar desde hace años. Por supuesto, recuerda un poco a Mike McCarthy. De alguna manera, incluso entonces, Bob sabía que el chico no estaba hecho para ser un camarero. Oh, era muy organizado. Hacia todo en este bar: servía bebidas, limpiaba las mesas, barría los pisos, limpiaba los baños.
El 6 de febrero, estará en los televisores del lugar, y los clientes alentarán a ambos bandos. Por el equipo de sus amores y por el hombre que tan bien conocen.
"Mike es una de las mejores personas que conozco", dijo Bob. "Digámoslo de esta manera: si los Steelers no estuviesen en el Super Bowl, me gustaría que gane él. Se lo merece".
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