En Nueva York hay dos equipos de hockey sobre hielo: los Rangers y los Islanders. Este último es el farolillo rojo de toda la NHL. Apenas lleva cinco victorias. No muy lejos de Nueva York, cruzando la frontera con Canadá, se encuentra Quebec, una ciudad de gran tradición de hockey, como todo el país. Pero Quebec no tiene equipo desde hace quince años, cuando los problemas financieros enviaron la franquicia a Denver, donde se estableció con el nombre de Colorado Avalanches. Los aficionados de los Nordiques, que era como se llamaba el equipo local, recuerdan aquello y se les revuelven las tripas. Para evitarlo, un enorme grupo de seguidores que se hace llamar Nordiques Nation está poniendo manos a la obra. La acción más importante se llevó a cabo en el partido que enfrentó a Islanders y Trashers, la franquicia de Atlanta, que pese a ser la séptima de su conferencia, es una de las que menos gente congrega en sus partidos en el Philips Arena, sólo por detrás de los Islanders y de los Phoenix Coyotes -no es raro, a Arizona, el estado del que es capital Phoenix, le conocen como "el estado del sol"- que es el que menos espectadores tiene. Sin embargo, aunque esta opción se planteó en el seno de la afición canadiense, la NHL lo intervino hace unos meses y el equipo se quedará en la soleada Arizona.
Veintidós autobuses, cargados con más de mil vociferantes canadienses dispuestos a volver a tener hockey cerca de casa, se plantaron en Long Island como quien no quiere la cosa. Llenaron el pabellón de azul y dieron sobradas muestras de la ilusión con que recibirían un equipo en Quebec. Por ganas no será. La cifra oficial de asistencia fue de 10.056, por encima de la media local.
Y es que la historia de los Nordiques, el equipo de la ciudad hasta 1995, es curiosa. Nació en 1972 como uno de los fundadores de la World Hockey Association, que se formó para oponerse a la NHL. Pero la sombra del ciprés es alargada y en 1979 la liga americana absorbió a los Nordiques. Pasaron sin pena ni gloria, aunque tuvieron sus momentos de éxtasis, como aquella final perdida precisamente ante los Islanders en 1982 o el título de división del 85. Particularmente curioso es el problema que tuvieron con Eric Lindros, número 1 del draft de 1991 que se negó a jugar en Quebec porque no tenían opciones para ganar el título. En 1995, el dólar canadiense perdió fuerza y las dificultades económicas acabaron con los Nordiques. Ahora, su afición quiere que el hockey vuelva "a donde corresponde".
Veintidós autobuses, cargados con más de mil vociferantes canadienses dispuestos a volver a tener hockey cerca de casa, se plantaron en Long Island como quien no quiere la cosa. Llenaron el pabellón de azul y dieron sobradas muestras de la ilusión con que recibirían un equipo en Quebec. Por ganas no será. La cifra oficial de asistencia fue de 10.056, por encima de la media local.
Y es que la historia de los Nordiques, el equipo de la ciudad hasta 1995, es curiosa. Nació en 1972 como uno de los fundadores de la World Hockey Association, que se formó para oponerse a la NHL. Pero la sombra del ciprés es alargada y en 1979 la liga americana absorbió a los Nordiques. Pasaron sin pena ni gloria, aunque tuvieron sus momentos de éxtasis, como aquella final perdida precisamente ante los Islanders en 1982 o el título de división del 85. Particularmente curioso es el problema que tuvieron con Eric Lindros, número 1 del draft de 1991 que se negó a jugar en Quebec porque no tenían opciones para ganar el título. En 1995, el dólar canadiense perdió fuerza y las dificultades económicas acabaron con los Nordiques. Ahora, su afición quiere que el hockey vuelva "a donde corresponde".
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