martes, 14 de junio de 2011

NBA Los diez pasos de los Mavericks para construir el primer título de su historia

Ya es tiempo de quitar esas etiquetas mentirosas de la espalda de Dirk Nowitzki.
Jason Terry no necesitará remover su tatuaje y Jason Kidd no estará más en la lista de veteranos de elite sin un anillo.
Todo gracias a la receta del campeón, una escalera de diez bloques de cristal.
Mark Cuban, polémico propietario de los Dallas Mavericks, entendió que el condimento de las palabras es un ejercicio inútil, sobre todo si se tiene a los hechos como muñeca de acero para ganar la pulseada. Construirse desde el silencio, casi jugando a la escondida, es ejercicio de grandes. Y los partidos de las Finales ante el Heat fueron una analogía de la temporada de Dallas: empezó corriendo de atrás -en las consideraciones previas y en lo deportivo en sí- y terminó ganando partidos primeros y campeonato después.
Los Mavericks demolieron todas las paredes que se pusieron enfrente: equipos de ataques rápidos y vertiginosos, equipos con ofensivas de mitad de cancha fluidas, equipos con gigantes de elite y perimetrales de lujo, equipos de estrellas, equipos defensivos. Y también vencieron a los críticos y sobre todo a ellos mismos, derrotando esa fobia que les había quedado tras las Finales perdidas ante Miami Heat en 2006 y que se había manifestado a lo largo de las últimas postemporadas.
Ahora bien, ¿cuál fue la receta para construir un equipo de campeonato? Por momentos, es difícil trazar las líneas con las que se construye un río. Pero en el caso de Dallas, todo parece tener una lógica funcional.
1. El trabajo de Mark Cuban como dueño mayoritario. El controversial dueño de los Mavericks conquistó su primer campeonato en doce temporadas. Llegó en enero de 2000 para cambiar por completo la historia de este equipo. Hasta antes del 2000, los Mavericks habían jugado 19 temporadas, con seis apariciones de playoffs, cuatro series ganadas y ningún arribo a una Final. Con Cuban en la cima, tuvieron 11 apariciones en postemporada en 12 intentos (fueron 11 seguidas, la segunda mayor racha en la NBA tras los Spurs), con 15 series ganadas y dos apariciones en Finales. La boca de Cuban lo ha hecho jugar muy malas pasadas y su rol mediático, por momentos, lo obligó a jugar un rol de payaso que está muy lejos de lo que ejecuta en las sombras. Sin dudas esta versión silenciosa que ejecutó en estos playoffs lo muestran como alguien mucho más maduro que entendió que no debe cargar de presión a sus empleados, que en definitiva son los que saltan a la cancha.

Rick Carlisle
Getty ImagesRick Carlisle le dio a los Mavericks los ingredientes necesarios para llegar al título
2. Conservar a Rick Carlisle en el puesto de entrenador. Llegó el 9 de mayo a los Mavericks para reemplazar a Avery Johnson en el cargo. Y pese a que fue moviendo fichas y cambiando aspectos del juego -sobre todo la defensa- todo parecía indicar que los Mavericks habían sido destinados, como el mito de Sísifo, a llevar una piedra hasta la cima para dejarla caer una vez que llegue a su destino. Así, por toda la eternidad. Dallas se armaba, parecía funcionar pero era siempre nadar para morir en la orilla. La clave del cambio estuvo en el entrenador ex Pistons y Pacers, que terminó siendo Prometeo para sus jugadores. Les enseñó el fuego sagrado y no les regaló los peces, sino que les enseñó a pescar. Y en este apartado también fue vital la dirigencia, que supo conservarlo pese a que los resultados deseados -el campeonato- no eran los que llegaban año tras año. Carlisle no sólo armó un equipo profundo y notable, sino que desarrolló una defensa zonal casi perfecta, con la misión de vencer a Los Angeles Lakers en un potencial cruce de playoffs. Lo que no sabía es que ese mérito sin pelota, construido en el laboratorio de los Mavericks, le terminaría dando a la franquicia el campeonato anhelado por años. No es casualidad que Carlisle tenga un 78.6% de efectividad en potenciales partidos de cierre de series (11-3). 3. La llegada de Tyson Chandler, la pieza que faltaba para defender la pintura. Si hablamos de la defensa zonal que utilizó Dallas, es inevitable hablar de Chandler, el hombre que llegó casi gratis a la franquicia por un intercambio que sólo Michael Jordan y los Charlotte Bobcats saben por qué lo aceptaron. Lo cierto es que Chandler le dio el espíritu defensivo que le faltaba al equipo en la pintura, tanto por su energía como por su movilidad: en la NBA, evitar moverse en la llave en una defensa zonal se traduce en defensiva ilegal. ¿Cuántas veces cayó Dallas en una situación de este tipo y cuántas veces utilizó este tipo de juego sin balón? Los resultados están a la vista. Chandler cambió por completo a este equipo y colocó la cereza en el postre. Fue, en otras palabras, el compañero de lujo para que Dirk Nowitzki pueda abrirse y hacer su juego, sin preocuparse por los rebotes y el trabajo sucio.
4. Tener paciencia y siempre sumar talento a lo que se tiene. Los Mavericks nunca derribaron su línea frontal, pero supieron dónde estaban las debilidades para fortalecerse. Si bien Chandler luce como el elemento más llamativo, tenemos que considerar también las adiciones ante la necesidad. El puertorriqueño José Juan Barea llegó como un completo ignoto tras la lesion de Rodrigue Beaubois y terminó siendo crucial en el logro del título. DeShawn Stevenson llegó con el cartel de "secuaz de compañía de Gilbert Arenas" tras el conflicto de armas con Washington Wizards, Shawn Marion era The Matrix en Phoenix, aquí ya no existía; Peja Stojakovic -reemplazante del lesionado Caron Butler- estaba en el ocaso de su carrera, Brian Cardinal era un jugador de NFL disfrazado de ala-pivote, Ian Mahinmi estaba listo para saltar a la Liga de Desarrollo... la lista continúa y Carlisle se encargó de dos cosas: 1) hacer de cada hombre una herramienta de peso en la mecánica grupal. 2) reírse a carcajadas de las tonterías que decían de sus jugadores.
5. Evitar distraerse con las voces de afuera. Del punto anterior se desprende esta apreciación: los únicos que saben lo que sucede en la intimidad son los jugadores y cuerpo técnico de los Mavericks. En las listas de favoritos -aquí vale la pena hacer un mea culpa, por qué no- Dallas lucía bastante por detrás de Lakers, Celtics, Spurs, Bulls y Heat, por citar un pentágono de candidatos. Cuando los Mavericks perdieron una ventaja increíble ante los Blazers en uno de los juegos de primera ronda de playoffs, pareció que nuevamente el sueño de Dallas estaba destinado a esfumarse. Fue en ese preciso momento cuando el equipo texano hizo un click y accionó el interruptor: se colgó la mochila de responsabilidades y empezó a hacerse fuerte fuera de casa. Las voces de afuera ya no importaban: algo grande estaba naciendo y se iba a comprobar en la serie ante Los Angeles Lakers.
Dallas Mavericks
Getty ImagesKidd, Terry y Nowitzki, tres estrellas de la NBA que alcanzaron su primer título
6. Jugar con todos, leer a Nowitzki. Ya lo hemos dicho en repetidas oportunidades: la cara de Nowitzki no se altera ante nada. Parece que le da lo mismo ganar la lotería, perder todos los bienes en una mano de póker, definir un partido en el último segundo con un lanzamiento de arco iris o caer en una primera ronda de playoffs con números aberrantes. En el mapa de situaciones, el rostro del genio alemán se mantiene impávido. Por lo tanto, Nowitzki es el Ulises de Joyce: imposible comprenderlo en una primera lectura. Descifrar lo que necesita es un asunto del cuerpo técnico, y esta vez Carlisle dio el golpe en la tecla justa. Lo rodeó de anotadores perimetrales picantes, hombres enérgicos en el equilibrio y un centro de jerarquía para quitarle responsabilidad. Los doblajes no se sufrieron, se aprovecharon. Y cuando el resto de los jugadores pasa a ser una preocupación para la defensa, entonces Nowitzki se transforma en un problema mayor. Jugando desde el centro -y no en los costados de la cancha- Dirk marca tendencia porque es indefendible. No se sorprende a nadie diciendo que es un jugador de último cuarto. El sexto partido de las Finales es un claro ejemplo: en los primeros tres períodos promedió 34.2%, 0.73 puntos por jugada y siete pérdidas. En el de cierre, tuvo 50.0%, 1.1 unidades por ataque y dos pérdidas. 7. Jason Kidd como piedra filosofal. En la Grecia clásica, este hombre hubiera sido un sofista de pura cepa. Al igual que Nowitzki, su rostro rara vez muestra muecas extrañas, siempre se mantiene inmóvil como si le estuvieran pintando un retrato en cada minuto de los 48 que dura el partido. Carlisle jamás cerró un juego sin Kidd en cancha. Incluso, jamás dudó de que necesitaba un armador veterano natural para ganar un campeonato. Es cierto que Kidd cometió pérdidas de balón innecesarias a lo largo de las Finales, pero jamás se equivocó en aquellas posesiones que verdaderamente importaban. En los cierres de partido, no se necesita un atleta: se necesita un jugador que sepa exactamente lo que hay que hacer transportando y manejando el balón. Para los jóvenes que están leyendo esto, aquí va una enseñanza doble: 1) Kidd es la síntesis de un armador de juego a imitar, por lo que da en ataque y por lo que entrega en defensa 2) ningún equipo puede ganar un campeonato sin un tiempista de primera línea en el traslado.
8. La experiencia en el fracaso. Es muy importante saber cómo ganar campeonatos, pero más importante aún es soportar las derrotas y crecer con ellas. "He fallado una, otra y otra vez. Esa es la razón de mi éxito", había dicho alguna vez Michael Jordan, en una de las frases más recordadas de su carrera. Desde 2006 al día de la fecha, Nowitzki y Terry cosecharon un cúmulo de frustraciones con Dallas. Ni hablar Kidd, quien había arañado el éxito mayor con los New Jersey Nets en 2003 ante San Antonio Spurs, pero se tuvo que conformar con quedar a centímetros de la plana mayor. Perder es siempre doloroso en el presente inmediato, pero es lo único que despierta la autocrítica. Con una mano en el corazón: ¿quién aprendió algo de un éxito a lo largo de la historia? ¿Nadie? Esperaba esa respuesta.
9. La mejor segunda unidad de la Liga. No existe equipo en la NBA con la profundidad, entereza y disposición de los reservas de Mavericks. Un lugar común dejaba a Dallas como el equipo hecho y deshecho por Nowitzki, sin considerar al resto. Vaya apreciación más equivocada. Me defenderé con números: en las Finales 2011, cuando el equipo texano ganó, los suplentes anotaron un promedio de 75.8 puntos, con 52.1% en TC y 44.9 en T3. Cuando perdió, los suplentes promediaron 54.5 unidades, con 35.7% en TC y 36.1% en T3. Según nos informa el departamento de estadísticas de ESPN, cuando la banca de los Mavericks alcanzó al menos 40 puntos, el equipo tuvo, en esta temporada, récord de 36-9. Cuando tuvo entre 30 y 39, 26-9 y cuando anotó menos de 30 unidades, 11-12. Es por eso que, pese al primer tiempo de bajísima efectividad del tanque alemán, el conjunto de Dallas se mantuvo a flote. Un dato más para agregar: en el sexto juego, Nowitzki tuvo 21 puntos con 33.3% en TC, ningún rebote ofensivo y una asistencia. El resto de los Mavericks anotaron 84 unidades, 58.2% en TC, 10 rebotes ofensivos y 18 asistencias. Esta es la esencia de un equipo: uno para todos, todos para uno.
10. Todos son especialistas, nadie es imprescindible. Llegamos al punto final del análisis: un equipo de campeonato no se encuentra con las soluciones, las busca a lo largo de la temporada. La función del cuerpo técnico es hacer de cada uno de sus jugadores un especialista para un rol determinado. Todos sabemos lo que aportan Nowitzki o Kidd, dos veteranos de mil batallas, pero veamos algunas cosas del resto: Terry es el revulsivo del equipo, Barea el hombre que abre la cancha, anota y crea juego, Stevenson el especialista defensivo, Marion un defensor de elite atrás y pura energía adelante, Stojakovic especialista a distancia, Cardinal el que hace el trabajo sucio, Brendan Haywood el centro reserva (bien por Carlisle al convencerlo de su rol)... y la lista continúa. ¿Qué es lo importante de todo esto? Precisamente eso: que todos sean importantes. Cuando eso sucede, la estructura es indestructible, porque la idea global le gana a cualquier individualidad. No se olviden que en este equipo también estuvieron Rodrigue Beaubois, Caron Butler, Corey Brewer... En definitiva, ¿Quién dijo que era un Big Three contra Nowitzki? Quedó claro que Dallas es mucho más que el talento alemán.

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