martes, 1 de febrero de 2011

NFL: Los anillos de Super Bowl representan el mayor tesoro en el mundo de los deportes


EN LA NOCHE DEL 7 DE JUNIO DE 2009, tres hombres utilizando guantes y botas de hule, y disfraces de Ninja, escalaron los muros de una joyería en Massachusetts, abrieron un hoyo en el techo, y escaparon con una caja fuerte de media tonelada. Adentro, junto con monedas raras, accesorios de oro, gemas y joyería variada, se encontraban 27 anillos que pertenecían a personal de la directiva de los New York Giants. Los habían obtenido ganando el Super Bowl.

En papel, los anillos estaban valuados en 172,000 dólares. Pero para los Giants, claro está, valen mucho más. En los 44 años desde que los Green Bay Packers de Vince Lombardi derrotaron a los Kansas City Chiefs en el Super Bowl I, el anillo que va para los campeones de la NFL se ha convertido en el trofeo más glamoroso de cualquier deporte. Frank Sinatra poseía uno, comprado para él por el propietario de los Oakland Raiders, Al Davis. El Kremlin tiene uno, tomado en el 2005 de las manos del propietario de los New England Patriots Robert Kraft, por el presidente ruso Vladimir Putin, quien pidió verlo mientras se reunía con un grupo de empresarios americanos, y luego se lo guardó en el bolsillo. Kraft declararía más tarde que había sido un obsequio. El anillo más grande registrado (talla 25) pertenece al ex liniero defensivo de los Chicago Bears, William "Refrigerator" Perry. Lo pidió para su dedo medio. "Más oro de ese modo", explicó.

Los Pittsburgh Steelers y Green Bay Packers, quienes jugarán por el gran premio de la NFL el 6 de febrero, te dirán que el brillo del anillo es irresistible. No siempre fue así. La primera edición fue realmente austera comparada con modelos nuevos. Después de reunirse con Lombardi para revisar los bocetos, Ken Westerlund de Jostens salió corriendo a una estación televisora de Green Bay, pidió prestado un aerógrafo, y modificó el diseño para ajustarse a lo que quería el entrenador. Por el lado izquierdo estaba el logo de la NFL. En el lado derecho, estaba una corona del escudo de armas de la familia Lombardi, alrededor de las palabras Harmony, Courage, Valor (Armonía, Coraje, Valor). En la cara, en el centro de un globo dorado, estaba un diamante cortado de 1.0 puntos.

Previo al Super Bowl I, los jugadores a menudo eran recompensados con prendedores para solapa, leontinas, pisacorbatas, y en una ocasión --para conmemorar el título de 1933 obtenido por los Chicago Bears-- pieles de oso. Pero la liga aprovechó la oportunidad de crear un único sello brillante de excelencia al ofrecerse a pagar por los anillos de campeonato de cada equipo. Los jugadores tardaron un poco en aquilatar el premio; el cheque adicional de Super Bowl parecía mayor. No fue hasta que la gran ola de contratos televisivos elevó sus salarios que el anillo cobró mayor relevancia. Después de conquistar cuatro títulos entre 1975 y 1980, los Steelers pusieron el sagrado talismán en el mapa con una odiosa canción disco: "We are the Steelers, the Super Steelers, We'll have one for the thumb in '81."

Los dueños de la NFL felizmente se unieron a la diversión, añadiendo más oro y diamantes cada año. Después de que los Oakland Raiders vencieran a los Minnesota Vikings en el Super Bowl de 1977, Al Davis emitió el siguiente edicto: "Quiero poder portar mi anillo frente a la Reina de Inglaterra y no sentirme avergonzado". En 1982, después de ganar su segundo título, la liga estableció algunas restricciones, las cuales sobreviven hoy en día. Todos los anillos deben manufacturarse ahora en aleación de oro de 10 quilates, y pesar no más de 30 "pennyweight" (unas 1.6 onzas). Los diamantes no deben exceder 150 puntos para un campeón primerizo. Y si el costo por cada anillo excede 5,000 dólares, la NFL insiste en no pagar un centavo de la factura.

Esto no ha ayudado a limitar el escalamiento de las gemas. Algunos propietarios simplemente pagan el total, o presionan a la joyería --Jostens, Balfour, Tiffany o Diamond Cutters International-- de producir los anillos con pérdida. Las empresas aceptan con gusto, ya que el prestigio que viene con manufacturar los anillos de Super Bowl es bueno para el negocio.

En el 2004, Kraft ordenó el anillo más grandioso de la historia, 3.8 onzas de oro blanco de 14 quilates incrustado con 104 diamantes. Puntos totales: 505. En el 2005, elevó el conteo de gemas hasta 124. La copia que ahora descansa en la biblioteca del Kremlin se reportó con un valor "sustancialmente superior" a los 15,000 dólares. La temporada pasada, los Saints recibieron 750,000 dólares --5,000 por pieza por hasta 150 anillos-- para comprar sus premios. Bajo los estándares modernos, el diseño fue, digamos, de buen gusto. Apenas 60 diamantes. El anillo fue revelado a los jugadores en junio, después de una cena privada. El sentimiento general fue bien sintetizado por el esquinero Tracy Porter, quien escribió vía Twitter: "GOT IT!!!!" (¡Lo tengo!).

Sin lugar a dudas, el valor simbólico del anillo está exagerado. Brett Favre tiene apenas uno, mientras Jason Garrett tiene dos. Pero Walter Payton demostró que el souvenir tiene su magia particular. En 1996, el miembro del Salón de la Fama puntualizó una inspiradora charla que ofreció al equipo de baloncesto de la preparatoria Hoffman Estates High de Chicago al colocar su anillo de campeonato del 1985 en la palma de la mano de Nick Abruzzo, el mejor tirador. Payton le dijo que lo guardara hasta que el equipo hubiera completado su carrera de playoffs. Con el oro en la mano, los jugadores pelearon todo el camino hasta llegar al campeonato estatal. Ahí es cuando desapareció su amuleto de la suerte. Hoffman perdió el siguiente partido por un punto. Payton (quien fallecería de cáncer en 1999) debió comprar un duplicado.

En el 2001, Phil Hong, un estudiante de Purdue, estaba jugando con su Doberman en su departamento cuando la pelota de hule del perro rodó bajo el sofá. Hong se asomó debajo del mueble usado, que alguna vez había pertenecido al hermano menor de Abruzzo. Ahí estaba, el tesoro perdido de Payton. Había viajado 600 millas, de un departamento a otro, y finalmente a un tercero, antes de librarse del relleno del sillón.

Hong hizo lo honorable. Contactó a la viuda de Payton, y devolvió el anillos. "Walter Payton fue mi ídolo de toda la vida", explicó. "No tengo derecho a conservar este anillo".

Si tan sólo los tres hombres indiciados en el robo de los anillos de los Giants hubieran sido tan sabios. Cuando su caso llegue a la corte, tendrán que explicar cómo es que un anillo llegó hasta el buró de la casa de uno de ellos, sin mencionar el resto que aparecieron en una caja de depósito bancario de un amigo.

Quizás puedan culpar a Putin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario