martes, 8 de marzo de 2011

NFL Soy Archie Manning (I)


Si hay algo de lo que me arrepiento, en mi carrera como mariscal de la NFL, es de no haber puesto el foco en convertirme en pasador de bolsillo.

Trabajé y me esforcé al máximo de mis capacidades durante 14 años, pero ese esfuerzo no fue canalizado correctamente.

Yo creía que mi movilidad iba a llevarme al éxito en la NFL. Ahora comprendo que no.

Tendría que haberlo comprendido antes.

Si hubiera dedicado mis primeros años como profesional a transformarme en un verdadero pasador de bolsillo, tal vez mi historia habría sido distinta.

También podría haber sido distinta si otro equipo me hubiera elegido en el draft, en lugar de los Saints.

Roger Staubach dijo que si yo hubiera jugado con los Cowboys, habría terminado en el Salón de la Fama.

Imposible saberlo, pero la realidad es que mientras Staubach en Dallas disputaba con Pittsburgh y Miami la supremacía de la liga en los '70, los Saints y yo compartíamos el sótano con las franquicias de expansión.

En mis 11 años en New Orleans, nunca tuve una temporada ganadora.

Fui dos veces al Pro Bowl, pero un mariscal no obtiene mucho reconocimiento cuando su equipo no gana.
Saints Aints
Getty ImagesLos fanáticos tenían razones para estar disgustados

Generalmente obtiene lo contrario: críticas, abucheos e insultos.

Mi esposa Olivia muchas veces volteaba a mirar a alguien que estaba lanzando profanidades contra mi persona, y le hacía saber al aficionado que ella era mi mujer.

La respuesta del aficionado por lo general era algo así como: "Lo lamento, señora, pero su marido apesta".

"Tú tampoco me ayudabas mucho", me regañaba Olivia después del partido. "Cada vez que volteaba para defenderte, lanzabas una intercepción".

Olivia no se sentaba junto a las demás esposas de jugadores, porque muchas de ellas pronunciaban palabras obscenas, y mi mujer no quería que las aprendieran Cooper y Peyton, nacidos tras nuestra llegada a New Orleans.

Pero con el nivel que mostrábamos en el campo de juego, ningún lugar del estadio estaba exento de insultos.

En una ocasión, Olivia volteó a ver de dónde provenían dos voces muy agudas que me estaban abucheando, y justo detrás de ella encontró a los pequeños Cooper y Peyton, gritando: "¡Buuuuuu, Manning! ¡Buuuuuuuu!"

Cría cuervos y te sacarán los ojos. Cría fanáticos de los Saints y te abuchearán.

Pero no les duró mucho a Cooper y Peyton el fanatismo por los Saints.

Y un día llegué a casa tras una poco usual victoria como visitante, y con una gran sonrisa les pregunté a los niños si habían visto el partido.

"No", me respondió Peyton. "Estuvimos viendo a Miami".
Archie Manning y familia
Getty ImagesLa familia, de izquierda a derecha: Olivia, Eli, Archie, Cooper, Peyton

Los chicos siempre dicen la verdad, lamentablemente. Y sobre todo Peyton.

A diferencia de Cooper, que siempre estaba haciendo bromas, Peyton era el niño más serio que puedan imaginar. Podías confiar en que siempre iba a decirte las cosas exactamente como habían sucedido, así como podías confiar en que siempre iba a tratar de hacer las cosas correctamente.

Yo me arrodillaba para jugar fútbol americano con ellos, y podíamos pasar el día entero lanzando y atrapando pases.

A veces filmábamos esos partidos, y un día, para hacerlo más parecido a la TV, les pedí que se presentaran frente a la cámara y dijeran nombre, edad, jugador favorito y equipo favorito.

El mayor, desfachatado como era, habló con total naturalidad: "Cooper Manning. Seis años de edad. Mi jugador favorito es Roger Staubach, y me gustan mucho los San Diego Chargers".

Los chicos no tienen conciencia de lo que pueden herir a un padre con sus palabras.

Yo había preparado la escena con la esperanza de que me nombraran a mí, y Cooper no sólo eligió a Staubach, sino que declaró su amor por los Chargers.

¡Los Chargers! ¡Uno de los pocos equipos que fue casi tan malo como el nuestro durante gran parte de los '70!

Pero a diferencia de nosotros, San Diego tuvo una racha de temporadas de playoffs a fines de los '70 y principios de los '80, bajo el mando del entrenador en jefe Don Coryell y su circo aéreo.

Y Cooper era un apasionado del juego por aire.

En esa filmación, para tratar de inducirlo a que dijera mi nombre, le pregunté qué otros jugadores le gustaban, y Cooper volvió a ignorarme: "Lance Alworth, Lynn Swann y J.J. Jefferson".

Tres receptores abiertos, la posición que luego Cooper jugaría en la preparatoria.
Wes Chandler
Getty ImagesChandler se fue de New Orleans y tuvo éxito en SD

Alworth pasó la mayor parte de su carrera en San Diego, pero dijo que las dos recepciones más importantes de su vida fueron las que logró en el Super Bowl VI, para ayudar a Dallas a vencer a Miami. Chargers y Cowboys eran dos de los equipos favoritos de Cooper --según me acababa de enterar--, así que entiendo su admiración por Alworth. Pero me decepcionó que eligiera, antes que a mí, a alguien que nunca había visto jugar.

Alworth se había retirado antes de que Cooper naciera.

Swann era un artista de las recepciones acrobáticas, ganador de cuatro Super Bowl con los Steelers y, para mi consuelo, estaba en plena actividad en el momento de la grabación.

Jefferson formaba una buena dupla en San Diego con el mariscal Dan Fouts por aquellos años, y fue el primero en la historia de la liga en sumar 1,000 yardas recibiendo en cada una de sus primeras tres temporadas en la liga, así que también era admisible que Cooper lo nombrara antes que a mí.

Sin embargo, yo no iba a cesar en mis intentos de hacerlo decir mi nombre --tenía un orgullo que defender, porque había familiares y amigos observando la filmación--, y entonces le pregunté quién era su jugador favorito de los Saints.

Cooper respondió con un grito: "¡Wes Chandler!"

Otro receptor abierto.

Un receptor abierto que habíamos elegido con la tercera selección global en el draft de 1978, y de quien yo esperaba mucho. Pero después, en una de esas cuestionables movidas de personal de New Orleans, Chandler fue canjeado a San Diego, precisamente para reemplazar a Jefferson, quien a su vez había sido enviado por los Chargers a Green Bay tras una disputa contractual.

Chandler se convirtió en un favorito de Fouts en San Diego, y juntos llegaron al Campeonato de la AFC en la temporada de 1981, gracias a una victoria por 41-38 en un juego inolvidable frente a Miami en ronda Divisional.

Antes de que lo intercambiaran, yo tenía esperanzas de que Chandler nos ayudara a salir del hoyo... o que al menos me ayudara a ganarme la admiración de mis hijos.

Llegó el turno de Peyton en la filmación.

Muy serio y concentrado, el entonces benjamín de la familia --aún faltaba un año para que naciera Eli-- expresó frente a la cámara: "Peyton Manning. Cuatro años de edad. Mi equipo favorito es Wes Chandler".

Los presentes comenzaron a reírse y a señalarlo con el dedo.

Eso era lo peor que podían hacerle a Peyton.
Cooper Manning
Getty ImagesCooper, único receptor en una dinastía de mariscales

El pequeño reaccionó lanzando puñetazos. Quería apalear a cada uno de los que estaban burlándose de su error.

La idea de hacer algo mal era inconcebible en la cabeza de Peyton.

Es hasta el día de hoy que culpa a Cooper por ese primer pase incompleto que lanzó como mariscal de la preparatoria Isidore Newman, en New Orleans.

Era la primera temporada de Peyton y la última de Cooper en Newman, y conformaron la mancuerna más temible de QB y WR en todo Louisiana.

Fue el otoño más feliz de mi vida, salvo por el hecho de que debía esconderme de los padres de los otros receptores abiertos.

Cooper terminó el año con 73 recepciones para 1,250 yardas y 13 touchdowns, todo emanado del brazo de Peyton.

Pero dejó caer ese primer pase.

En esto tengo que darle la razón al menor. Fue una perfecta espiral, que inexplicablemente pasó entre los dedos de Cooper.

No sé por qué lo hizo Cooper. Tal vez fue le estaba jugando una broma a su hermano, o tal vez en serio se le escapó el balón.

Con Cooper nunca se sabe si es en serio o en chiste.

Todavía no sé si estaba bromeando o no cuando, a los 7 años de edad, me preguntó si me parecía adecuado que él y Peyton hicieran lo mismo que el resto de los aficionados en el estadio de los Saints... y usaran bolsas de papel en la cabeza.

Yo le perdoné esa insolencia, pero Peyton nunca le perdonó aquel pase incompleto.

Ese día, Cooper atrapó otros nueve balones sólo en la primera mitad, pero Peyton discutió con él por esa recepción fallida esa noche, continuó discutiendo a la mañana siguiente en el desayuno, y todavía hoy sigue sin quitar el dedo del renglón.

Un año después, Cooper ingresó en Ole Miss, mi universidad.

Más tarde llegaría la noticia de que su espina dorsal era demasiado angosta, debido a un problema congénito, y necesitaba cirugía. Los médicos nos dijeron que un golpe fuerte podría dejarlo paralizado de por vida, y entre todos decidimos que no volviera a jugar fútbol americano.

Fue una noticia devastadora para mí.

No había sufrido un golpe tan duro desde que encontré a mi padre muerto en mi casa de Mississippi.

Yo tenía 19 años, y había acompañado a mi madre y a mi hermana a una boda a la que mi padre se había negado a ir.

Regresé antes que ellas, porque no me gustaba acostarme tarde, y al abrir la puerta vi la escopeta, junto a un palo utilizado para jalar el gatillo. Vi un charco de sangre, y vi mi padre desplomado con el pecho abierto.

Tras el horror inicial, comprendí que mi padre había planeado todo para que yo lo encontrara antes de que lo vieran mi madre y mi hermana.

Él sabía que yo iba a volver más temprano que ellas.

Jamás entendí por qué se suicidó. Tenía problemas de salud y dificultades financieras, pero nunca imaginé que fueran tan graves.

En ese momento, sin embargo, no me enfoqué en encontrar explicaciones, sino en arreglar las cosas para que mi madre y mi hermana no sufrieran el impacto que había sufrido yo.

Llamé a médicos que se llevaron a mi padre, y a amigos que me ayudaron a limpiar la casa.

Dicen que la mía fue una reacción de hombre maduro, mejor de lo que se esperaba para un chico de 19 años. Y yo puedo decir lo mismo de Cooper.

Estábamos desconsolados por la noticia del fin de su carrera, pero a él lo veíamos entero, fuerte, rodeado de amigos que lo apoyaban.

Inmediatamente enviamos a Peyton a realizarse estudios, y aunque los doctores encontraron su espina dorsal más angosta de lo normal, nos aseguraron que no le impediría practicar deportes, aunque eligiera un deporte violento.

Era justamente lo que Peyton había elegido desde que empezó a caminar. Jamás hubiera escogido otra actividad que no fuera el fútbol americano.

A diferencia de Cooper, que tenía un envidiable grupo de amigos para salir y divertirse, Peyton sólo tenía el fútbol americano.

Era su única actividad. Era su vida.

Nunca olvidaré las palabras de Cooper, un verdadero hermano mayor, cuando me dijo: "Papá, agradezcamos que esto me pasó a mí, y no a Peyton".

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