martes, 4 de enero de 2011

Por qué Ginóbili es un All-Star


A esta altura de la temporada, puede resultar excesivo hablar de Manu Ginóbili. Quizás todavía se nos hace un poco difícil encontrar la palabra justa que aplique a la inexorable química que han construido estos Spurs.

Pero aquí están, con el mejor récord de la NBA (29-4) y mirando a su más inmediato perseguidor, Boston Celtics, tres juegos por encima. Incluso, sus últimas tres victorias han sido contra equipos con récord superior a .650, algo que lograron sólo tres veces en la historia -las restantes dos oportunidades se dieron en la temporada 1998-99-.

Impactante.

Empezaré diciendo que no estoy de acuerdo con el sistema de votación que existe al día de la fecha en los All-Star. Me parece democrático que los fanáticos voten, pero me parece equivocado que puedan hacer, por ejemplo, que Yao Ming sea el centro titular del Oeste, como está pasando en este preciso momento. O confirmar, como pasó el año pasado, al polémico Allen Iverson como el escolta titular del Este -finalmente no jugó por razones personales, pero llegó a sacarse las fotografías para la cita-.

Es injusto por naturaleza y un verdadero bodrio para aquellos que hicieron mérito para estar en la cita de febrero. ¿Cómo decirle a Kevin Love, por citar un ejemplo, que se debe quedar afuera por no portar un apellido ilustre? Eso sí sería un despropósito. Con un sistema de votación de este tipo, los titulares pueden no ser los mejores, quedando para los entrenadores la potestad de hacer justicia en el momento de definir a los estelares restantes. Pero claro, si bien a veces esa justicia aparece, la mayor parte de las oportunidades las relaciones de amistad -u cualquier otro motivo ajeno al deporte en sí- termina siendo el comodín para hacer valer los pasajes.

Escuché una definición muy acertada del coach Carlos Morales quien dijo, con un dejo de resignación, lo que significa el Juego de las Estrellas en la actualidad: "es un concurso de popularidad". Los fanáticos también lo entienden de esa manera, aunque no lo toman de la misma manera: de antemano saben que los jugadores van a divertirse entre sí, que van a pasar un fin de semana juntos a modo de mini-vacaciones y por lo tanto estiman que la queja no tiene sentido: más vale ver un par de volcadas con pirueta que pedir la devolución de la entrada. En breves palabras, de nada sirve exigir un partido respetable porque no es lo que se está vendiendo en la cartelería.

Es probable que las nuevas generaciones entiendan el All-Star de esta manera, pero no siempre fue así. La competencia se fue degradando década a década, las paredes de los estadios fueron perdiendo el brillo de los sueños en esta clase de partidos. La defensa y los enojos fueron desapareciendo, mutando en partidos de millones de puntos basura a pura risa. A veces no entiendo cual es la gracia, pero no quisiera ser yo quien pague esos miles de dólares por un asiento en primera fila. Como fanático del básquetbol, déjenme seguir exigiendo un producto respetable, una devolución de lo que valen los jugadores que están en el rectángulo de juego.

Ahora bien, ¿por qué se dice que Ginóbili debe estar acá? En primer lugar, porque significaría un cambio rotundo de lo que viene pasando en los últimos años con la cita de estrellas. El escolta argentino es, por lejos, uno de los jugadores que mejor entiende el básquetbol en el mundo. Sabe jugar en la NBA, pero también supo hacerlo en Europa, en la liga local de Argentina y en su seleccionado. Se adapta como un camaleón, tiene la piel necesaria para acomodarse en el hábitat que haga falta.

Nos hemos cansado de decir en esta temporada que los Spurs han cambiado su modo de jugar. Han pasado de las anteojeras enfocadas en Tim Duncan a un horizonte de la luz irradiado desde todos los sectores del ataque. Principalmente, como todos sabemos a esta altura, los Spurs se han reconstruido en la velocidad y el perímetro. Han pasado de precavidos a arriesgados. Y aquí es donde Manu entra en acción: él ha sido el líder de este equipo no sólo por lo que hace cuando tiene la pelota, sino porque le ha permitido a sus compañeros tener vuelo propio. Sin egoísmos, sin problemas de cartel, arriesgando sus números personales en función de los números de equipo.

Ginóbili tiene la inteligencia suficiente para saber que solo no puede construir un equipo indestructible. Pese a sus años de protagonismo, jamás entró a una cancha con la idea de hacer 40 puntos. Si alguna vez redondeó esa marca, no la buscó desesperadamente, porque eso no hacen las estrellas que brillan para los que aman el básquetbol. Manu ha sido líder en esta liga 2010-11 por prestar la pelota, por ponerla en la pintura cuando conviene, por hacer que George Hill, Chris Quinn, Richard Jefferson, Gary Neal y compañía tengan la confianza para convertirse en preocupaciones. Y por dedicarse a defender, guiar o hacer el trabajo sucio cuando hace falta.

"Manu hace a todo el mundo mejor. Es capaz de atacar el aro con tres faltas. Puede jugar defensa de equipo, defensa individual, tirar, pasar, penetrar", dijo Gregg Popovich acerca del argentino.

Ginóbili hace lo que debe hacer un líder: es mejor cuando los demás son mejores. Y ojo porque Manu no juega de base, es un escolta anotador por naturaleza. Pero, como decíamos antes, siempre ha mutado para buscar su mejor yo, para que las defensas lo vean como una caja de Pandora: dentro del rectángulo de juego tiene múltiples personalidades, uno nunca sabe cuál es su techo porque sus ramas han crecido ininterrumpidamente a lo largo de los años.

El escolta argentino ha sido el responsable de hacer en esta temporada lo que Gregg Popovich -y cualquier entrenador de la tierra- soñó: un estribillo de heroísmo sin héroes definidos.

"Ha desarrollado liderazgo en muchísimas áreas", dijo R.C. Buford, gerente general de los Spurs, sobre Manu.

Seguro que habrá escépticos respecto a estas afirmaciones, pero la pregunta es inevitable: ¿por qué se dice que Ginóbili es figura en la NBA con 18.2 puntos de promedio y 4.8 asistencias por juego? ¿Acaso no hay anotadores superiores? Seguro que sí, pero quizás el escolta de San Antonio sea el ejemplo vivo de que hacer muchos puntos no sea directamente proporcional a ser mejor jugador. A veces, el maquillaje de algunos rubros estadísticos sólo sirve para resaltar las imperfecciones.

En definitiva, Ginóbili merece retornar a un All-Star (la última vez que lo jugó fue en 2004 en Denver) porque significaría hacer atractivo nuevamente a este partido. Serviría para ganarle la pulseada a la acertada afirmación de "concurso de popularidad" devolviéndole a este choque un poco del alma perdida. No imagino al argentino sonriendo los 48 minutos para las cámaras sea cual fuere el resultado, tirando de mitad de cancha cuando falten más de dos cuartos por jugar o evitando defender para permitir una volcada con giro de 360 grados: eso es llamativo, pero no es básquetbol.

Alguna vez Popovich definió al escolta argentino como "el mayor competidor que conoció en toda su historia". Yo lo veo como el abanderado de un grupo de jugadores que son estrellas en esta Liga pero que por momentos son mirados de reojo, subestimados, como si todo el tiempo deberían demostrar algo para ganarse el respeto del resto.

Ningún jugador es tan bueno como todos juntos. Quizás esa frase ha sido el motor de empuje de Manu a lo largo de toda su carrera.

Quizás, esa frase, es la que lo tenga en discusión por el All-Star y por el premio al JMV de la temporada.

No es poca cosa.

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